Clave Matisse

El origen de ‘Clave Matisse’

(Clave Matisse, editado por Planeta, ya está a la venta)

Fue una escueta noticia escondida en una página par de un diario de provincias la que barrió de un plumazo mi resistencia a narrar esta historia familiar, mil veces contada y, seguro, otras tantas distorsionada. Rondaba mi cabeza desde que escribí mi primer relato, allá por 1974. Pero mi respuesta era siempre la misma: imposible. Que la víctima fuera alemana y el asesino judío, es decir, lo contrario de lo que cabe esperar en una historia que involucra al Tercer Reich, no me preocupaba tanto como el hecho de que no estamos en el verano del 42. A estas alturas de milenio, los antiguos odios deberían haber caducado. Deberían. Es este un deber difuso, voluntarista y perezoso a la vez. Como esos eternos propósitos de principios de año: dormir más, comer menos, dejar de fumar, viajar en pareja o disfrutar del silencio. Deberíamos. Pero fumamos y odiamos, y nos encerramos en casa: como en el 42.

Aquella noticia abonó la semilla plantada en mi cerebro. Esperaba cosechar pámpanos y, con el tiempo, hortensias de flores rosadas y lustrosas hojas verdes; cobré geranios rojo escarlata y fronda informe. De lejos, parece una pintura impresionista; de cerca, un cuadro hiperrealista. Para mí no es más que otro cuadro robado a precio de sangre. La añada de la sangre poco importa. Es roja como la sangre
roja, pero no rojo MacHor: es odio carmesí.